La naturaleza de la humanidad no conoce la maldad, mas la sociedad en la que se forma corrompe sus sentidos y desvía sus objetivos.

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Cuando es pronunciado el término “revolución” los oídos suelen perturbarse y mas allá de la palabra  esta el reprimido sentido que ha tomado durante la infinidad del tiempo. Pues sin más aquella inquietante persona abre sus ojos y mira con mucha atención al orador a quien se dispondrá a contradecir, pues aun sin saber porque dirá y señalara al portador de tal palabra como asesino, guerrillero, delincuente, terrorista, vándalo y sin fin conseguirá derrochar todo un diccionario de palabras ejecutantes ante su presencia los demás participantes de aquel llamativo acto, influenciados por un sistema que están lejos de comprender atenderán su mano y apuntaran con el dedo, al servidor que frente a ellos dispuso su tiempo para relatarles el mensaje mas importante de sus  días, pero que sin embargo no están dispuestos a luchar pues alguien que no recuerdan les dijo que luchar por sus derechos estaba mal.